Mírese como se mire, la huida de Jonás fue un acto inexcusable, una abierta desobediencia al claro mandato de Dios. Jeremías encontró angustiosos algunos de los oráculos que tuvo que comunicar (Jeremías 20:7–18) e Isaías, como Moisés, protestó su incapacidad al recibir la comisión divina (Éxodo 4:10–15; Isaías 6:5), pero no encontramos en la Biblia a ningún otro profeta que haya desobedecido tan directamente la llamada de Dios. Sin embargo, el texto no sugiere en ninguna parte que su desobediencia
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